La vida es un continuo trabajo: te despiertas y cada nuevo día te trae lo mismo de siempre, igual pero distinto... esa diferencia que te aporta es lo que hace que tu vida sea maravillosamente diferente.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Desde un rincón


Sábado 30 de Junio, son las 12:58 y estoy tumbada en mi sitio preferido para escribir del interior de la casa: la cama de mamá. Suele estar toda a mi disposición, con la sábana bien estirada y la colcha blanca por encima; hoy es diferente, todo está lleno de maletas.

El último día de playa ha llegado y ha amanecido nublado, poco a poco las nubes han ido dejando espacio a los rayos de sol así que seré breve; quiero aprovechar el día de playa pero antes tengo que licuar todo lo que llevo encima, hacer un zumo y dárselo a Zape. Creo que si digo que odio hacer maletas no es ninguna novedad, hacerlas me pone de mal humor y hasta me da dolor de cabeza, hoy ya amanecí algo tristona así que ha sido peor. Las maletas ya están hechas, solo quedan las cosas de última hora que eso… bueno, ya lo haremos mañana por la mañana, justo antes de irnos. Dejo esto, aunque parezca mentira el mal humor se ha ido evaporando, también poquito a poco, como las nubes; será el simple hecho de acariciar un teclado y dejarme llevar, esto siempre me relaja.

Sigue siendo sábado 30 de Junio, son las 19:56. No me he despedido todavía de la playa, solo le he dicho “hasta luego” porque hoy pienso volver al atardecer, y también de noche; tal vez antes de irnos vuelva… Estamos en casa, hemos pasado el día en la playa y a la vuelta me he bañado con Javi en la piscina y hemos sacado las últimas fotos juntos en Gandía, o tal vez no, todavía quedan horas y noche por delante.

Pensé que esta tarde en la playa estaría triste, pero cuando me senté sola en la orilla simplemente me relajé y solo podían venirme a la cabeza cosas buenas, pero sin venirme abajo ni pensando “no se volverá a repetir” o “mañana nos vamos”, no: nada de eso se ha pasado por mi cabeza. Hice un repaso de todos los días aquí, de los 34, y fueron pasando uno a uno: los primeros días de relax absoluto, los días que íbamos poniéndonos morenos, las mañanas después del desayuno en la piscina… Pensé en los paseos que he dado con mi madre, la cantidad de cosas que he hablado con ella, los helados que hemos compartido y las riñas y carcajadas. El día que me reencontré con Cris y como le decía que no me apetecía salir por la noche, que sé que mi plan de tooodo el día playa era un poco de vieja pero que me apetecía relax… el día que le dije que vale, que mejor salíamos y desde ese día no paramos. ¿Con Cris? La noche de Falkata, el chico del sombrero, los paseos que se eternizaban, Coco Loco… Escuchar “Vaina Loca” y no sabérmela mientras ella la cantaba de carrerilla y acabar, a los pocos días, cantando con ella todas las canciones que ponían… Los chicos de Paco Paco, los abanicos, la falta de nieve… cosas nuestras. La gente que habla y la que no, no llevar el DNI y pasar igualmente a todos los sitios, darnos cuenta de que somos tan parecidas…

Luego pensé en los días en los que Cris se fue, aquí ya estaba toda mi familia que fueron llegando a cuenta gotas… ¡me parece irreal que algunos ya se hayan ido y los últimos nos vayamos mañana! He estado con todos mis hermanos, con los maridos de mis hermanas, con mi madre, con mi sobrino. Hemos estado juntos y aunque no hayamos podido coincidir los siete hermanos, yo he tenido la suerte de haber podido estar con todos. Y he tenido muchísimos momentos de soledad, la que a mí me gusta, para leer, escribir, pensar un poco… Sigo feliz. El aire huele a tierra seca, a crema de sol, a coco y sandía. Huelo el mar y el cloro de la piscina, el olor de la dama de noche y el del parque de pino seco que cruzaba siempre con tres añitos. En Gandía hemos vivido tantas cosas… mi hermana María conoció en Coco Loco a su marido, hace diez años. Y a ellos los nombro porque son los que han tenido el final feliz… pero no son los únicos que se han enamorado aquí claro. Seguro que en Gandía yo o alguno de mis hermanos empezamos a andar, a caminar… quien sabe, ¡yo ya puedo decir que aquí he aprendido a tocar la guitarra! No me despido, prefiero decir hasta luego aunque ese luego tal vez sea dentro de once meses, o menos, quién sabe…

(((maca)))

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