La vida es un continuo trabajo: te despiertas y cada nuevo día te trae lo mismo de siempre, igual pero distinto... esa diferencia que te aporta es lo que hace que tu vida sea maravillosamente diferente.

lunes, 5 de marzo de 2018

Flores y canela

Los olores se cobijan en el apartado de la memoria de los recuerdos, quizá no seas capaz de recordar el aroma de tu infancia pero si un día una panadería hornea croissants de mantequilla probablemente te venga a la mente las meriendas de domingo en tu casa; esos días en los que tu padre tenía algo más de tiempo para jugar contigo y escuchar tus historias de piratas.
Es posible que hayas olvidado el perfume de los que se fueron, pero hay regalos en forma de instantes mágicos que nos da la vida que nos inundan sin esperarlo de esos tesoros olfativos, y en cuestión de milésimas de segundo son capaces de revolvernos en infinitud de sensaciones. Puedes creer que has olvidado un aroma, pero un día una ráfaga de aire te devuelve ese recuerdo en forma de olor a caricia, y aunque las caricias no huelen, sientes que alguien te abraza. Puedes llamarlo magia.
El olor a lluvia besando la tierra seca me recuerda a las tormentas de veranos mágicos, el que contiene el bote azul de Rive Gauche parece guardar un pedacito de mi abuela, y me hace pensar que tal vez debería invertir el resto de mi tiempo en desarrollar una fórmula química que haga perdurable el olor de su armario. 
A mi la vida me huele a flores y a canela, a piel tostada después de un día al sol; aunque aquí llueva, cierro los ojos e imagino un día de verano, y mi mente confundida al oir la lluvia me trae a la mente ese olor a lluvia seca.


(((maca)))

viernes, 2 de marzo de 2018

Agosto sabe a recuerdo

Escrito el 21 de agosto de 2017
Publicado el 2 de marzo de 2018
Vuelvo, a donde me vio nacer, y no voy a hacerlo cabizbaja. Creo que lo peor ahora es este tiempo que me queda, cuando ya tengo fecha en el billete de avión pero mi cuerpo sigue aquí y mi mente no sé a dónde vuela. Mi alma está partida, no podré explicar jamás lo que siento cuando estoy en clase con mis alumnos, con esos seres diminutos que están aprendiendo a ser todo lo que se supone que debe de ser un adulto.
Tengo ganas de seguir avanzando, y es por eso por lo que no voy a agachar la cabeza jamás, porque volver no es rendirme, volver es entender que ha llegado el momento de dar las gracias, y de seguir subiendo peldaños. No creo que sea fácil, y eso me asusta un poco, pero es irónico porque no suele gustarme lo regalado. 
Pienso en mis primeros días aquí, cuando por las noches me dolía la cabeza porque mi cerebro no era capaz de traducir todo simultáneamente y llegaba un momento en que hacía "plof" y ya me daba igual que me hablasen en inglés o en chino mandarín, ya no asimilaba más información y me saturaba. Ha quedado atrás el invierno, que me pareció tan frío y tan largo. En todo este tiempo he aprendido muchísimo, no pensé que esta experiencia sería así, ni pensé que acabaría de esta forma. He conocido a tanta gente... y no recuerdo ni la mitad de los nombres; eso sí, los importantes no los olvido y me llevó mil recuerdos y momentos inolvidables. Sobretodo he aprendido características del comportamiento humano, que asombrosamente no se corresponden mucho conmigo, aunque yo siempre he intuido que estoy hecha de otra pasta...
He sido capaz de entender y comprender a niños pequeños hablando en otro idioma, he sido capaz de comunicarme con ellos -tanto verbalmente como con el lenguaje del cariño-, de quererles, lo aseguro, sin medida. (No sé qué haré el día que ya no me abracen).
He sido capaz de hacer snowboard y climbing, he hecho hiking aún faltándome el oxígeno, he viajado sola y he tenido que pedir a desconocidos que me saquen una foto. He pasado la Navidad en Manhattan, he entendido qué es el día de acción de gracias y me he sentido arropada. He dormido bajo las estrellas, he encontrado el equilibrio sobre una tabla de paddle surf en los lagos, y me he caído millones de veces, en todo tipo de terrenos, también sentimentalmente hablando.
He visto un partido de la NBA, y un partido de béisbol, he conocido "la noche americana", la forma de conectar de aquí, la forma de conocerse y relacionarse.
Aquí he dejado de sentirme blanca, porque los verdaderos blancos son ellos, resulta que ahora mi piel es oscura, con la de noches que he llorado por ser la más pálida de mi familia...
He cambiado el punto de vista, me han cambiado los esquemas, y he seguido siendo yo, aunque ahora soy mejor. Me reconozco en el espejo y cuando leo escritos míos de hace tiempo, pero ahora he crecido, y algunos aspectos han cambiado. No soy otra, quién me conoce lo sabe, soy la de siempre, pero mejor, porque crecer no es cuestión de que pasen los años, crecer es cuestión de aprender, de rectificar y de no cansarse de buscarte a ti mismo.
Ahora veo las montañas tan diferentes... Veo todo tan distorsionado...