La vida es un continuo trabajo: te despiertas y cada nuevo día te trae lo mismo de siempre, igual pero distinto... esa diferencia que te aporta es lo que hace que tu vida sea maravillosamente diferente.

viernes, 28 de diciembre de 2012

2 años del abuelo

El 28 de diciembre hemos celebrado siempre el día de los santos inocentes, la Navidad la celebramos cada año en Madrid, en casa de los abuelos, así que ese día era continuo el olor a bomba fetida, los huevos que no se rompían, los platos que se rompían una y otra vez sin saber cómo porque luego la vajilla seguía intacta. Las pedorretas, las manchas falsas en la ropa y la caca de perro(de goma) enmedio del pasiilo eran un clásico.
Hace dos años que se acabaron esas cosas, o se suavizaron bastante al menos ya que hace 2 años, justo hoy, se murió el abuelo. El mejor del mundo, o de los que nos podría haber tocado sin duda.
Hay que ver que estamos todos juntos, todos los cientos de hijos, primos , tíos y nietos. Y ya está, al fin y al cabo es una fecha más. Porque todos nos acordamos de él 366 días al año, y los bisiestos más todavía. Yo voy a intentar sonreír para animar a los que lloren, y si lloro... pues lloro, no pasa nada, hay que expresar las emociones.
Alegría que seguro que él desde arriba nos mira sonriendo.

(((maca)))

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Vive la Navidad

Que bonita está Madrid. Las luces de Navidad y la de mis ojos iluminan las calles y mi sonrisa y las de algunos otros hacen ver que la Navidad es una época feliz, felicidad nostálgica, pero increíble en la que se reune toda la familia.
Entiendo que en esto soy una afortunada, tengo una familia grande y siempre estamos dispuestos a recibir a más y más; comprendo que quien sea hijo único y solo tenga un tío soltero , quizá, no lo viva con tanta intensidad. Pero quiero explicar, hacer entender a aquellos que ven la Navidad como algo gris, triste y en manos de la mano consumista que mueve la economía, que la Navidad es mucho más que todo eso. La Navidad sirve también, como todo, para recordar que seguimos vivos, para nombrar a los que no siguen con nosotros y cantarles villancicos, para tocar la pandereta y las castañuelas, para adornar el árbol y dar un beso al niño que está en la cuna.
La Navidad tiene como motivo de su celebración el nacimiento, ¿acaso hay algo más bello y alegre que el nacimiento de un niño?
Dejemos a un lado las penurias, la crisis, los problemas... no hay que olvidar qué vivimos y dónde vivimos, ni en qué situación, pero si que hay que sonreír al invierno, encender una luz o una vela y dar la bienvenida a la Navidad. Abrir el corazón y dejar que esa nostálgica felicidad invada nuestro cuerpo, que el alma se empape en cada momento.
Cada año me gusta más la Navidad y eso que el 28 de diciembre del 2010 falleció mi abuelo, quizá por eso la Navidad tendría que parecerme algo triste, pero no es así: todo lo contrario. Recuerdo perfectamente aquellas Navidades, cuando el abuelo decidió, y consiguió, levantarse de la cama y apareció por sorpresa en el cuarto de estar en aquella silla de ruedas. Hicimos todos un corro, entre primos y tíos seríamos unos 35, y cantamos, le cantamos, dos villancicos. Nos cogíamos de la mano intentábamos aguantar las lágrimas que ya se iban de los ojos sin despedidas, y todos sentimos eso: lo que es la Navidad, que es al fin y al cabo lo que es la vida, el día a día.
Siempre hay cosas malas , los periódicos parecen fusiles de desesperación y las sonrisas parece que cuesta dinero sacarlas. Pero hay nacimientos cada día, y cada día mueren abuelos que han enseñado algo importante a sus hijos y nietos.
Siempre hay algo por lo que sonreír, todos los días hay un motivo para levantarse; quién no lo ve que se quite ya la venda, y quien lo vea... que brinde esta Navidad conmigo.


P.D. ¡Feliz Navidad!

(((maca)))

martes, 11 de diciembre de 2012

Paracaídas

Llevo varios días queriendo escribir de ti, sobre ti, para ti. Nunca te valieron las cosas a medias, así que no podía escribirte cualquier cosa; tú eres el perfecto perfeccionista y creo que el momento es ahora. Es hoy, aquí y en este preciso momento porque así lo hemos querido, porque así se me ha dispuesto el tiempo y porque ayer tú, impaciente, soplabas mi cuello pidiendome un escrito nuevo.
Sí, lo sé, dicen que los fantasmas no existen, pero tú eres un ángel y sé que sigues aquí, de una u otra manera; de una forma distinta, que duele, que te extraña, pero todavía puedes soplarnos. Me soplas consejos sin que lo note a veces, que cruce o no la carretera, que vaya por este u otro camino, aunque a veces, quizá cuando más te necesito no estás, pero es lo que tiene ser un ángel: no soy la única que quiere tenerte a mi lado.
Te echo mucho de menos, muchísimo, pero la verdad es que casi ya no lloro, no es que me haya vuelto de piedra, es que no te gustaba verme llorar, y siempre que estaba contigo lo hacía, aunque fuese por la risa, siempre conseguías emocionarme. Te sigo queriendo, creo incluso que más que antes, me encantaría abrir un día la puerta de vuestra casa y verte sentado leyendo el periódico, criticando al mundo, sentado a la derecha del sofá granate. Me gustaría llegar y darte un beso en la frente, ver tu sonrisa y quitar la lupa y las gafas del sofá para poder sentarme a tu lado. Me gustaría escucharte reír a carcajadas mientras me cuentas cosas de tu vida, mientras te descubres ante mi como si fuese la primera vez que nos vemos.
Siempre te nombro, de charla con mis amigas, o con mamá, incluso te pongo de ejemplo en clase y hasta en un examen de teatro usé una de tus frases. Fuiste mi maestro abuelo, el mejor. No me cansaré de escuchar y decir tu nombre, de llevarte conmigo a todas partes para recordar todo lo que has sido y nos has enseñado; no quiero olvidar nunca nada, y a veces tengo miedo.
Ahora que ya estamos en Diciembre, el mes de la Navidad y el mismo en el que nos dejaste, hace más frío que nunca, y te recuerdo más si cabe. El frío me recuerda a ti, salir a la calle y tener esa sensación, cubrirme las manos con mis guantes y ponerme una bufanda, sentir helada la nariz. Cuando las calles se iluminan con las luces de Navidad y las farolas parecen que me saludan al verme pasar, cuando meto las manos en la chaqueta, cuando expiro y sale aire blanco y caliente, cuando oigo un villancico, cuando veo a un señor mayor, cuando paso por delante de una Iglesia o en un cruce el coche me deja pasar y doy las gracias me acuerdo de ti. Sonrío, siento un escalofrío, y un aire helado sopla en mi cuello, pienso que eres tú abuelo porque sino que alguien me explique de dónde sale un chorro de aire helado algunas noches en mi habitación, justo en dirección a mi cuello, justo a mi y de noche, justo en ese punto del cuarto.
Me encanta ponerme tu chaqueta, la llevo la mitad de los días de invierno, seguro, por decirte una cifra aproximada. Todavía huele un poco a ti y a tu armario, es increíble, me encanta. La verdad es que está algo vieja, a saber cuantos años tiene, sabes que no soy la persona más cuidadosa del mundo pero creeme si te digo que la usaré hasta mi muerte.
Todo lo demás ya te lo dije anoche, y lo que haya olvidado te lo contaré luego, mejor así, que quede entre abuelo y nieta.

(((maca)))

jueves, 6 de diciembre de 2012

¿Olvidamos?

Quítame lo que quieras, llevatelo todo, ya da igual lo que hagamos o dejemos tieso en el tintero. Vete, pero si te vas no vuelvas, aunque cada noche me ahogue entre lágrimas y almohadas, aunque te plantees volver para saber qué pudo ser de nosotros, aunque la borrachera solo te haga recordar el camino a mi casa.
Vete, fuera; me ataría a ti sin dudarlo, no para ser la más loca de todos los cuerdos, sino porque a ver qué será de mi sin ti, sin echarte a ti las culpas de mis sonrisas y carcajadas. Vete, pero hazlo rápido; no dejes tiempo para reacciones ni abrazos, vete sin darme explicaciones. No me llames, no me quieras. Odiame, o mejor, olvídame; sí, hazlo.
Olvídame, pero sobretodo vete lejos, muy lejos, para ver si el resto de vida que Dios quiera regalarme yo puedo también olvidarte.

(((maca)))

martes, 4 de diciembre de 2012

Cosas de hijos

No sé en qué momento tuvo lugar, cuándo inauguramos la manía nuestra de dejarnos mimar. Madre e hija siempre se quieren, y si la hija es la pequeña es costumbre que la mimen más de lo normal. No recuerdo cuando empezamos a hacer aquellas fiestas los viernes, en los que el chocolate, el cine, o cualquier estupidez nos servía para inventarnos una razón para reunirnos los nueve en el cuarto de estar. Esas fiestas nuestras me encantaban, porque aunque a mis hermanas mayores a veces les fastidiábamos sus planes, a mi me parecía genial poder cenar a la vez que el resto de los hermanos y luego poder ver todos lo mismo en la tele; además, esa noche podía dormir con cualquiera de los 8 de la casa que mis padres nunca me dirían que "las niñas mayores" deben dormir en su cama. Es curioso, pero creo que hasta los 14 años todavía me colaba a veces entre mis padres; solo a veces...
-"Mamá no me duermo" - susurraba en su oído mientras los ronquidos de mi padre y mi respiración entrecortada formaban la sinfonía de la noche - "mami, no consigo dormirme y lo he intentado". Para mi intentar dormir consistía en aguantar despierta hasta que todos se acostasen para escabullirme por el pasillo sola, en la oscuridad, guiándome por la experiencia de cada noche sin tropezarme ni una vez. Llegaba jadeando al cuarto de "papá y mamá" con la intención de meterme en su cama, con el pretexto de "no me duermo y lo he intentado de verdad".
Al final se despertaban los dos, yo me quedaba dormía abrazada a mi madre a la que le pedía que me contase algo para dormirme; casi nunca llegamos al final de esas historias. Otras veces no me dormía porque tenía miedo; "TENGO MIEDO" eso repetía una y otra vez en los oídos de mis padres hasta que uno de los dos se despertaba y casi inconscientemente me hacía un hueco entre las mantas; allí se dormía, se duerme, siempre mejor. No conozco ningún monstruo, ladrón o asesino que se haya atrevido a acercarse a su cama.
Muchas otras noches, esos días entre semana en los que no había ni fiesta del chocolate ni nada de nada, mi hermana Candela me leía cuentos y yo así me quedaba dormida. Otras noches se quedaba conmigo mi hermana María y me contaba cosas que yo le pedía -"cuéntame cosas de cuando era pequeña" - como si en esa época yo fuese mayor... ni si quiera creo que lo sea ahora. Ella siempre me contaba lo mismo, todas esas noches en las que cuando yo era un bebé mis hermanas me cogían de la cuna y me llevaban a su cuarto. Y mamá preguntaba - ¿dónde está el bebé?- y María me tapaba con las mantas para que no me viesen. Al final siempre me encontraban, rosa de asfixia y sudando. Pobre yo, siempre he sido deseada por tantos...

(((maca)))