La vida es un continuo trabajo: te despiertas y cada nuevo día te trae lo mismo de siempre, igual pero distinto... esa diferencia que te aporta es lo que hace que tu vida sea maravillosamente diferente.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Adeus





Me parece que la última vez que lo había leído fue hace como poco dos años, en clase de Gallego. Creo que Rosalía de Castro lo escribió cuando fue a vivirse a Madrid, se despide de todo con inseguridad, no sabe cuándo volverá a verlo.
Antes de volverme a Madrid he buscado lo que escribió Rosalía y lo he leído con calma, leyéndolo detenidamente es emocionante. Yo podría personalizarlo y decir “adeus Coruña, miña terra, , terra onde me eu criei. Adeus meu mar infinito non sei cando te verei”… Podría personalizarlo pero tal y como está escrito llega a cada gallego: yo no tengo ninguna “hortiña”, ni “figueriñas” pero lo leo y lo siento mío igualmente, ahí está el poder del poema.
Esta mañana, como despedida, he ido con Vito a ver el mar. Alerta roja; recomendaban, o más bien decían, no acercarse al paseo marítimo pero… es de mala educación irse sin una despedida y… más si necesitas despedirte, porque no sabes cuándo será la próxima vez y aunque las Navidades estén bastante cerca… no sé qué será de mi mañana, y si no lo sé de mí… tampoco sé que será de mi familia así que… me despido. Hasta la próxima.
No llovía, el cielo no estaba encapotado: solo alguna zona gris, pero ahí estaba el mar que había arrancado parte de la barandilla del paseo. Agitado, de un lado a otro iba y venía como queriendo que todos nos asomásemos a ver lo bonito de su movimiento. Esta mañana no había ni un surfero, nadie en la playa paseando y pocos éramos los locos que lo observábamos en directo. Estaba precioso. Me recordó a un niño pequeño, cuando sus padres lo arreglan por ser domingo, porque es día de Misa y porque luego comerán en casa de los abuelos. Del niño toda la iglesia y la familia tiene que decir que ha crecido sano y que cada día está más guapo. Pues igual, hoy el mar enseñó sus mejores olas, removió toda la arena y formó muchísima espuma blanca, tan blanca como las nubes del cielo, tan blanca como mi IRIS humedecido. Porque para mí hoy era un día de despedidas, porque el mar quería decirme que crece sano también sin mí, quería que hoy le viese guapo e intentó hacerme reír.
Nunca pensé que fuese a decírselo a nadie, ahora me doy cuenta de que hay cosas que no he dicho nunca a nadie: esta es una de ellas. De pequeña hablaba con el mar. Suena ridículo pero es cierto y a la vez genial. ¿Cómo lo hacía? Sí le hablaba directamente no me entendía, si hablamos así al mar no va a entender nuestro idioma.
¿Qué hay entre nosotros y el mar? Tierra. Eso es, para hablar con el mar cogía un puñado de arena, le contaba a ella lo que quería contarle al mar y luego se la tiraba a las olas. El mar me respondía en la orilla, agitándose con suavidad.
No sé cuando empecé a hacerlo pero el caso es que lo hice y nunca lo he dejado de hacer. Ahora, cuando hablo con él, siempre empiezo preguntándole cuando fue la última vez que hablamos, si me ha echado de menos y le cuento cuanto le eché yo de menos a él. Hablamos poco pero lo hacemos bien. Suelo hacerle un resumen de mi vida hasta ese momento, me río pensando que sería lo último que le conté y me doy cuenta de cómo avanza todo. Le cuento mis alegrías y lo que me preocupa, luego suelto la arena, mojo mi mano y me siento mejor. Miro la inmensidad azul y sonrío, sé que me ha escuchado, lo hace desde que soy pequeña y eso me hace sentirme bien.
Hoy no puedo bañarme, no solo porque estemos en Noviembre y haga mucho frío y viento, sino porque hoy el mar, de lo emocionado que está al volver a verme, podría aplastarme por no saber medir la fuerza de sus olas. Yo no sería capaz de asfixiar a nadie de un achuchón, pero el mar sí… quiere demasiado.


(((maca)))

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