La vida es un continuo trabajo: te despiertas y cada nuevo día te trae lo mismo de siempre, igual pero distinto... esa diferencia que te aporta es lo que hace que tu vida sea maravillosamente diferente.

sábado, 31 de agosto de 2013

¿Con quién estrenaré mis zapatos Gaio?

Ayer por la tarde quedé con mi padre, y vino mi madre también. Seguro que los cotillas de mi ciudad ya se han llamado unos a otros para confirmar lo cierto -"Manolo y Victoria paseando JUNTOS por el centro de la ciudad con su hija pequeña"-. Pobre gente... que malo es el aburrimiento. Hay cosas que suceden, y que algún día pensamos que nunca más volverían a pasar.
Pasamos por delante de una zapatería y como buena mujer que soy me enamoré. Vi unos zapatos de tacón -de no más de 6cm, pero preciosos- de ante, rosita bebé y con la punta negra. Los vi y pensé "son perfectos para una tarde noche con Cris". Sí, puedo parecer estúpida escribiendo esto, pero es lo que me vino a la cabeza: una terraza con mi super amiga a las 20:00 o 21:00... con buena temperatura, algo para picar y beber y la mejor de nuestras sonrisas. Vi esa imagen y supe que quería comprármelos. Salí de la tienda con esos zapatos en una bolsa.
La tarde estuvo muy bien y cuando llegué a casa escribí a mi amiga -a la que no veo desde el día 7 de junio- para contarle un poco mi día y para saber qué tal le va. Hablamos a diario, si no es a través de facebook, lo hacemos por whatsapp o skype; no es lo mismo que tenernos frente a frente pero no nos importa porque somos felices cada una donde estamos. Yo aprovecho que es verano y estoy en mi ciudad, y ella aprovecha los tres meses que se ha ido a San Diego. No sabía claro que dia volvería, pero me había dicho que sería en septiembre así que aunque yo vuelva a Madrid mañana por los exámenes ... Tenía en ella -y en otras cosas- el mejor de los alicientes.
Hace dos días me dijo que quería mi ayuda, que estaba liada porque no sabía que hacer y quizá yo -igual que sus padres o su amiga Marina- podía ayudarle un poco a ver las cosas más claras. Yo siempre le he dicho que soy feliz con lo que ella decida, que cuando se fue a San Diego yo no sabía a ciencia cierta si solo se iría a pasar el verano o si luego allí decidiría quedarse más tiempo, que muchas cosas no podemos decidirlas nosotros sino que es el tiempo y las circunstancias lo que nos llevan a tomar determinadas decisiones. Aún así yo pensaba que en septiembre volvería, ella tambien lo pensó, hasta que México le hizo el mejor de los regalos: le regalo una sonrisa enorme, la mejor acogida que pudo esperarse y le regaló también quilos y quilos de paz. 
Ahora mi amiga está allí, y es feliz: se lo noto en su cara cuando veo sus fotos, y en todo lo que me cuenta cuando hablamos -a distancia-. 
Ayer me dijo que ha decidido quedarse allí más tiempo; me acuerdo que cuando se fue de España tenía más miedos y dudas que sonrisas a mi lado, así que aunque me cueste tanto saber que tendré que esperar más que lo que he esperado ahora para volver a verla... me sale una sonrisa por ella, aunque caiga a la vez una lágrima tras otra.
Esto de la amistad es increíble, me deja sin palabras; porque no soy capaz de entender como alguien a la que conocí de casualidad un verano en la playa ha llegado a formar una parte tan importante de mi vida. De verdad, no lo digo porque este sensible ahora, sino porque la quiero, la adoro y la echo de menos.
Si Cris es feliz yo también, y punto, y no hay más; y no voy a protestarle a Dios porque haya hecho México tan bonito y no traiga de vuelta a mi amiga. 
No sé que será de Madrid sin tí, y de mi... Prefiero no saber que será de nosotras, solo sé que por muy lejos que te vayas no te vas a separar de mi Gaio. Madre de Deu, GAio, madre de Deu...

(((maca)))

martes, 20 de agosto de 2013

La fábrica olvidada



Era una fábrica antigua y abandonada, rodeada por un jardín salvaje lleno de árboles que ensombrecían la imagen del edificio que si por si solo ya se mostraba tétrico, con la naturaleza de su alrededor no invitaba demasiado a acercarse a leer el cartel que colgaba de su puerta.
Un cartel también envejecido, con un “SE VENDE” y un número de teléfono que me hizo dudar si el propietario seguiría vivo.
Era una fábrica de besos, en su día  -contaba mi abuelo- los besos no se daban así porque sí; eran tan valiosos que se compraban a precio de oro. A más sentimiento mayor era su precio, así que el primer beso a un hijo recién nacido o el de despedida a un ser querido que hubiese muerto suponían una auténtica fortuna. Los besos entre novios eran también muy especiales, y aunque nunca estaban en la sección de ofertas siempre eran los que más se producían, puesto que la demanda aumentaba día a día.
Mi abuelo hablaba siempre de cómo su padre de niño se colaba entre los barrotes que cercaban la propiedad de la fábrica y pedía a uno de los trabajadores –el padre de quien años después sería mi bisabuela- que le regalase un beso de su hija.
La fábrica nunca estaba en silencio, ni con los sonidos de grillos como está ahora; las máquinas funcionaban las veinticuatro horas del día, trescientos sesenta y tres días al año, y siempre a toda prisa.
Los trabajadores de la fábrica vivían felices, estaban contentos en sus puestos de trabajo y acaban siempre enamorados claro… todo el día rodeados de besos sería difícil no hacerlo.
Las ventas incrementaban porque las ganas de besar y ser besados también lo hacían, así que en un principio decidieron aumentar los precios y consiguieron unas ganancias descomunales, la gente comenzó a protestar porque empezaron a considerar que un beso era un bien primario así que los precios cayeron en picado y todos podían comprar cuantos besos quisieran. Llegó un día en el que las personas besaban tanto y a tanta gente que los besos perdieron todo el valor que tenían, y así paso un beso de ser algo anhelado, especial y auténtico a ser algo más del día a día. Los besos de buenas noches a un padre ya no se daban con una caricia, y los besos entre chicos y chicas ya no tenían el sentimiento de antes.
Así quebró la fábrica, los trabajadores olvidaron por qué querían y acabaron solos, y tristes.
Quizá por eso ahora veo parejas que se besan sin sentimiento: como son novios se besan, pero lo hacen como costumbre – y porque besar es gratis- y no porque den valor alguno al hecho de besarse.
He llamado al número de teléfono que colgaba de aquel cartel incontables veces y a día de hoy todavía no he conseguido contactar con el vendedor de la fábrica. Quería comprarla y devolver a cada beso su valor, pero me di cuenta de que ese valor no se adquiere por ponerle un precio, sino por saber besar en el momento preciso a quien merezca ese beso que vamos a dar.
Ahora siempre que beso a alguien lo hago con todos mis sentidos, al cien por cien, con todas mis ganas. Dejo en la persona a quien beso un pedacito de mi y de mis sentimientos; y quizá esa fábrica nunca vaya a ser mía pero yo lo sueño… Reconozco que algunas veces me adentro entre los árboles que la rodean y busco algún beso de aquellos que se perdieron en el tiempo.
De alguna manera siento que esa fábrica esta viva.


(((maca)))

jueves, 15 de agosto de 2013

Soñé en futuro



He soñado una habitación azul, con amplia ventana blanca y puertas rojas. He soñado que entraba la luz y mis pies se calentaban con rayos de invierno, que como ahora nunca cerraba las ventanas. Me he soñado allí sola, y no puedo soñar una mejor soledad. Macetas con flores de todos los colores adornaban esa habitación que en sueños sentía como mía, había también adornos de distintas partes del mundo – no sé si viajes míos que haré en un futuro o de gente que viaja y quiere regalarme esas preciosidades- había también fotos de sonrisas, y tu cara como un recuerdo en mi pared.
Huellas de un niño decorando, como una hilera de alegría,  el pasillo, y un baño entre azules y verdes intensos de lo más extraño. No recuerdo bien qué soñé, pero recuerdo que todo estaba lleno de luz, y por cada ventana entraba y salía el aire, libre, a su antojo, como mi sueño.
Me desperté cuando alguien llamaba a la puerta, y yo corría para abrirla, y cuando vi por la mirilla tu sonrisa desperté, y ya no estabas, pero yo sonreía. 


(((maca)))